La cirugía ortognática es un procedimiento quirúrgico que permite corregir las alteraciones en la posición y el crecimiento de los huesos maxilares: el maxilar superior y la mandíbula. Se lleva a cabo cuando el problema no puede resolverse solo con ortodoncia y tiene implicaciones tanto funcionales como estéticas.
Su objetivo no es únicamente alinear los dientes, sino reposicionar los huesos para restablecer el equilibrio facial, mejorar la mordida y solucionar dificultades relacionadas con la respiración, el habla o la masticación.
¿Qué tipo de pacientes se benefician de esta cirugía?
No todos los pacientes con una mala oclusión necesitan cirugía. Esta intervención está indicada en aquellos casos donde existe una discrepancia ósea importante. Los perfiles más comunes incluyen:
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Personas con mandíbula muy prominente o muy retraída.
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Pacientes con asimetría facial severa.
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Jóvenes adultos con mordida abierta que no se cierra correctamente al hablar o masticar.
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Pacientes con problemas respiratorios como apnea obstructiva del sueño.
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Casos donde la estética facial se ve comprometida por una desproporción entre el maxilar y la mandíbula.
Señales que pueden indicar la necesidad de cirugía ortognática
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Dificultad para masticar o morder correctamente.
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Dolores frecuentes en la articulación temporomandibular (ATM).
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Desgaste excesivo de los dientes por mala mordida.
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Sensación de que los labios no se cierran de forma natural.
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Desviación visible de la línea media del rostro.
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Dificultades para respirar correctamente por la noche.
Estos signos deben ser evaluados por un equipo de ortodoncia y cirugía maxilofacial para valorar si existe un componente esquelético que justifique la intervención.
Fases del tratamiento con cirugía ortognática
El abordaje es siempre multidisciplinar, y se compone de varias fases:
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Diagnóstico y planificación digital:
Se realiza un estudio completo con escaneado 3D, fotografías clínicas, radiografías y análisis oclusal. Gracias a la tecnología digital, hoy podemos planificar la cirugía con máxima precisión. -
Ortodoncia prequirúrgica:
Antes de la intervención, se colocan brackets o alineadores para posicionar los dientes correctamente sobre sus bases óseas. -
Cirugía ortognática:
Bajo anestesia general, el cirujano accede a los huesos desde dentro de la boca y reposiciona el maxilar y/o la mandíbula. Los huesos se fijan con microplacas y tornillos de titanio. -
Ortodoncia postquirúrgica:
Tras la cirugía, se realizan ajustes finos para lograr una oclusión funcional y estable. -
Rehabilitación funcional y seguimiento:
En algunos casos se complementa con fisioterapia, y siempre se hace un seguimiento a largo plazo para garantizar la estabilidad de los resultados.
Beneficios más allá de lo estético
Aunque el cambio en la armonía facial suele ser muy visible, los beneficios de la cirugía ortognática van mucho más allá de lo estético:
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Mejora de la mordida y la eficacia masticatoria.
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Corrección de problemas respiratorios, en especial apnea del sueño.
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Reducción del dolor y disfunción en la ATM.
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Mejora en la pronunciación de ciertos sonidos.
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Mayor confianza y bienestar psicológico al mejorar la proporción facial.
¿Por qué es clave un enfoque multidisciplinar?
Este tipo de tratamiento requiere la colaboración estrecha entre ortodoncistas, cirujanos maxilofaciales, higienistas, especialistas en imagen digital y en algunos casos logopedas o fisioterapeutas.
En Biosca Odontología Avanzada, abordamos estos tratamientos desde una visión integral. Esto nos permite:
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Establecer planes de tratamiento personalizados.
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Optimizar los tiempos de recuperación.
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Minimizar riesgos quirúrgicos.
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Garantizar resultados estéticos y funcionales de alto nivel.
¿A qué edad puede realizarse la cirugía?
Generalmente, se recomienda esperar hasta que haya finalizado el crecimiento óseo facial, lo que suele ocurrir a partir de los 17-18 años en mujeres y 18-20 años en hombres.
En casos severos, puede valorarse una intervención más temprana, pero siempre bajo un análisis riguroso.
¿Es una cirugía dolorosa?
Gracias a las técnicas modernas y al uso de anestesia general, la intervención no es dolorosa. El postoperatorio puede generar molestias leves, inflamación y sensación de presión facial, pero suele controlarse bien con medicación. La mayoría de pacientes puede retomar sus actividades habituales en unas dos semanas.